Desde 1883, año en el que el arquitecto Antoni Gaudí asume el proyecto del templo, la Sagrada Familia asombra, sorprende y conmueve. Hoy, faltando aún la concreción de la avanzada torre principal, así como la totalidad de su fachada frontal y otros volúmenes laterales, su estado de incesante construcción no impide apreciar lo magistral de los espacios, las formas y la técnica, de esta que es sin duda alguna la obra maestra de su genio creador.
Texto y fotos: Martín Álvarez
Fachada del Nacimiento
Antoni Gaudí, nacido en Reus, Cataluña en 1852, fue el máximo exponente en arquitectura de lo que se conoce como modernismo catalán, una corriente cultural que buscaba, a fines del siglo XIX, poner a la cultura catalana en el centro de la creación de un arte nuevo que rompía con los esquemas academicistas y tradicionales del pasado, y que ocurría de manera similar en otras regiones europeas con variaciones que respondían a cada contexto.
Dentro de este modernismo, Gaudí crea un lenguaje único, propio de él y que lo llevaría a ser reconocido como un gran maestro de la arquitectura. Este lenguaje está basado en la observación del medio natural, y la concreción de sus ideas fue posible gracias a un profundo estudio geométrico, con la utilización de formas presentes en la naturaleza, tales como los hiperboloides, helicoides, paraboloides hiperbólicos y conoides.
Fachada de la Pasión
Aproximarse a la Sagrada Familia es adentrarse al mundo de Gaudí. La obra es un muestrario impresionante de las exploraciones geométricas del arquitecto, que propuso soluciones estructurales innovadoras para la época del proyecto, las cuales revolucionaron no solo el mundo de la arquitectura sino también el de la técnica, mostrando a gran escala lo que por lo general resolvía en menor medida en obras previas o simultáneas.
Ocupando toda una manzana en el que hoy es el barrio Sagrada Familia, con dos plazas a cada lateral para apreciar su monumentalidad a escala urbana, la planta del templo se resuelve con forma de cruz latina, con cinco naves en el cuerpo central y tres en el crucero. De esta planta, quedan por construirse 3 de los 4 claustros proyectados originalmente, que estarán ubicados en cada esquina de la basílica, así como el acceso principal a la misma.
La maqueta muestra en naranja los volúmenes aún por construir al momento de esta nota.
En cuanto a la solución estructural en el interior, las columnas que aparecen en plantas de basílicas más “tradicionales”, por lo general de formas geométricas puras, en la Sagrada Familia son reemplazadas por columnas que se asemejan a troncos de árboles con formas orgánicas, que realmente se ramifican en sus partes superiores, permitiendo alcanzar la altura magistral deseada por Gaudí, y convirtiéndose en elementos escultóricos a la vez que cumplen un papel estructural, creando un verdadero “bosque” de columnas.
Las paredes laterales de sus interiores tienen ventanas con vitrales de colores, que acentúan la sensación de estar en un espacio surreal, con el bosque de columnas iluminado por los vitrales cuidadosamente diseñados para trabajar en conjunto con la luz solar a lo largo del día, con colores fríos de un lado y cálidos del otro. Cada vitral contiene un nombre propio de una persona, o el de una Virgen o santo patrono de alguna ciudad del mundo, incluyendo a la Virgen de Caacupé. Gaudí quería con esto que cada visitante se sienta parte del proyecto y del edificio al encontrar su nombre o el de una figura santa conocida en los vitrales.
En su exterior, el proyecto cuenta con tres fachadas: la del Nacimiento –la única que el arquitecto pudo ver casi terminada antes de su muerte en 1926, y que contiene decenas de esculturas que representan momentos de la infancia de Jesús—, la de la Pasión –culminada recién en 2018, con esculturas mostrando escenas de la Pasión de Cristo, realizadas por el artista Josep María Subirachs en base a diseños dejados por Gaudí—, y la de la Gloria, aún por construirse y que será la fachada principal de la basílica.
Con la fachada de la Gloria se construirán cuatro campanarios más, para unirse a los ocho ya construidos en cada fachada lateral, completando doce en conmemoración de los apóstoles. Otras seis torres centrales completan el proyecto volumétrico de este impresionante conjunto arquitectónico. La torre de Jesucristo, la principal y más alta, tendrá 172,5 metros de altura y se prevé que esté terminada en 2026. La torre de la Virgen María, de 138 metros de altura, fue culminada en noviembre de 2021, con una estrella en la punta que resalta en el skyline de Barcelona. Por último, cuatro torres alrededor de la principal, representando a los 4 evangelistas y de 135 metros de altura, fueron terminadas en noviembre de 2023.
La arquitectura, a diferencia de otras artes, no posee un vocabulario o lenguaje universal, con palabras, signos o formas que al articularse significan algo en particular, aceptado por convenciones. Sin embargo, aun con estas “limitaciones”, se podría decir que Antoni Gaudí alcanza a crear uno de los lenguajes más completos y reconocidos dentro del mundo de la arquitectura, cargado de simbolismos y de elementos formales de fácil reconocimiento, y capaz de conmover hasta al más desconocedor de los conceptos arquitectónicos.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de estar por segunda vez en la Sagrada Familia. Desde mi primera visita, se terminaron de construir uno de los claustros, las torres de los evangelistas y la de la Virgen María, mientras que la construcción de la torre de Jesucristo avanza con rapidez. La monumentalidad que agregan estas torres al conjunto, ya de por sí icónico desde hace mucho tiempo en el perfil de Barcelona, es innegable. Pero lo que hace que la Sagrada Familia sea única, magnífica y quizás irrepetible, es su capacidad de emocionar.
A pesar de haber estado ya hace unos años en su interior, mi asombro al estar en medio de ese bosque de columnas, que va mutando a medida que la luz del exterior va cambiando la forma en la que los vitrales proyectan luces sobre sus troncos, hasta diría incluso que no fue el mismo de la primera vez, sino que fue un asombro nuevo. Mirar hacia arriba desde la nave central de la Sagrada Familia es mirar a un mundo infinito hecho de naturaleza y de artificio, a un caleidoscopio de emociones que, honestamente, solo recuerdo haber sentido dentro de esta obra maestra.
Creo firmemente que una obra de arquitectura plena es aquella que puede producir emociones en sus usuarios. Si estas emociones son diferentes en cada visita, si el asombro y la sorpresa se renuevan con el paso del tiempo aun al recorrer los mismos espacios, es indudable que el cometido arquitectónico está logrado y superado con creces.
Gracias, Antoni Gaudí.