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Arquitectura inclusiva: espacios públicos para todos

A partir del testimonio de una persona con discapacidad y de los argumentos de una arquitecta especializada en el tema, reflexionamos sobre la importancia de construir espacios accesibles para todos.

Por: Micaela Cattáneo

El Parque Paleisbrug, en 's-Hertogenbosch, Holanda, es un ejemplo de espacio público inclusivo. © Jannes Linders.

“Diariamente convivo con barreras arquitectónicas en los espacios públicos. Una de ellas es la falta de rampas. En mi caso, es imposible subir a la vereda sin una superficie como esta. Por ende, cuando quiero ir a pagar una cuenta al banco o deseo hacer compras, no puedo ir sola y necesito de la ayuda de otra persona para subir gradas, evadir veredas rotas, etc.”, relata Vanessa Báez, quien utiliza silla de ruedas desde hace 22 años.

Tenía 9 años cuando un accidente automovilístico le provocó una lesión medular a nivel lumbar, que la obligó desde entonces a desplazarse con ayuda técnica. “Me considero una persona independiente en muchísimos aspectos de la vida, pero cuando me encuentro con barreras arquitectónicas vuelvo a sufrir la dependencia y no alcanzo todos mis objetivos”, confiesa. Hoy, como profesora especializada en educación inclusiva, brinda su apoyo a personas con discapacidad en etapa universitaria. 


Los cambios de textura en el pavimento son esenciales para ayudar a las personas ciegas a desplazarse en los espacios públicos. © Sutthi Chuvichit.

La arquitecta Alicia Ramírez, quien durante años ha trabajado de cerca con fundaciones que velan por los derechos de las personas con discapacidad, sostiene que antes de hacer un diseño arquitectónico es importante escuchar qué necesidades tienen estas personas con relación al uso del espacio público.

“El objetivo de todo arquitecto es que todas las personas estén cómodas en el lugar diseñado, y en particular el de la arquitectura inclusiva es disminuir las barreras físicas que representen un obstáculo para las personas con discapacidad”, explica Ramírez.

Asimismo, menciona que a raíz de la estandarización de la arquitectura moderna, que proyecta en base a las medidas corporales de un hombre prototipo -establecidas por el conocido arquitecto Le Corbusier-, se ha dejado de tomar en cuenta la diversidad del usuario.

“Cuando se incluye accesibilidad en el presupuesto de un proyecto, muchas veces es lo primero que la gente suele excluir, diciendo: ‘¿Pero para qué vamos a poner si las personas con discapacidad no salen?’ Y ahí pienso: ‘¡Y no salen porque no hay condiciones seguras para hacerlo!’”, declara la arquitecta.

Y añade: “La accesibilidad para personas con discapacidad debe estar contemplada desde el diseño. La arquitectura inclusiva lo que quiere es que los gestos de inclusividad ni siquiera se noten, haciendo que todas las personas lleguen, entren y usen los espacios de la manera más cómoda posible”.


La plaza Pedro Juan Caballero, en el barrio Los Laureles de Asunción, es uno de los pocos espacios públicos con baldosas podotáctiles. Gentileza Municipalidad de Asunción.
 
La accesibilidad en el terreno 

En Paraguay, son muy pocos los espacios públicos que incorporan aspectos que hacen a la inclusividad en su diseño. “Algunas plazas están empezando a tener las rampas en las esquinas y con una correcta señalización; también baldosas podotáctiles, ya que sus texturas sirven de guía para las personas que usan bastón blanco (ciegas), y en algunos casos, juegos inclusivos”, comenta Alicia, y cita a la plaza Pedro Juan Caballero, ubicada en el barrio Los Laureles de Asunción, como un ejemplo de este tipo de espacios.

Para que un espacio público sea inclusivo, además de lo mencionado en el párrafo anterior, debe incluir “veredas lo suficientemente anchas, que estén hechas de materiales resistentes y no tengan desniveles (o en caso de tenerlos, colocar rampas)”, describe la profesional.


Plaza Pedro Juan Caballero. Gentileza Municipalidad de Asunción. 

“Además, todos los obstáculos deben estar señalizados; las baldosas podotáctiles deben indicar los cambios del recorrido; tiene que haber espacios dedicados al descanso con el equipamiento correspondiente (banco con apoyabrazos, apoyo isquiático, etc.); el piso debe ser antideslizante (por accesibilidad, pero también por seguridad en caso de estar mojado), y los juegos para personas con discapacidad no tienen que estar apartados del resto de las propuestas lúdicas”, agrega.

La iluminación también es una característica que no debe pasar desapercibida, ya que esta prolonga el tiempo útil de un espacio.

Si bien estas intervenciones fomentan el uso del espacio público para las personas con discapacidad, en muchos casos no son suficientes, ya que los medios de transporte o las vías para acceder a estos no están pensados desde la inclusividad. “Toda esa cadena de obstáculos provoca que no quieran salir de sus casas”, reflexiona.


Las cataratas del Iguazú, del lado argentino, son reconocidas como punto de atracción turística accesible, ya que el recorrido por medio de rampas y pasarelas permite el acceso a personas que se desplazan en silla de ruedas. © Red de Turismo Accesible – Argentina.

Una mirada al presente y futuro de la arquitectura inclusiva 

En materia de arquitectura inclusiva, el panorama local dista mucho de la realidad que se teje en otras partes del mundo. “Acá todavía la accesibilidad está separada de la arquitectura. En Europa, es inherente a la disciplina, es decir, así como normalmente un diseño incluye un techo o una pared, también [incorpora] una rampa o un baño para personas con discapacidad”, explica la arquitecta.

En la región, Argentina y Brasil están avanzados en el tema. “Mi tesis se enfocó en el turismo accesible, y lugares como las Cataratas del Iguazú, especialmente del lado argentino, cuentan con sendas para que las personas con discapacidad puedan desplazarse por todo el circuito y llegar hasta las caídas de agua. Asimismo, el diseño del Museo de Arte Contemporáneo de Niterói me parece impresionante porque su acceso es una rampa única para todo el mundo”, señala.


La rampa de acceso único del Museo de Arte Contemporáneo de Niterói hace que el ingreso al edificio sea posible para todo tipo de usuarios. © Museo de Arte Contemporáneo de Niterói.

Ramírez sostiene que para empezar a construir un futuro inclusivo debemos derribar las barreras actitudinales que tenemos como sociedad. “Tratar a las personas con discapacidad como los sujetos de derecho que son - remarca -,  así como lo reafirmaron en la Convención de la ONU en 2008: “Nada para nosotros sin nosotros”.

“Tenemos que identificar cómo estamos con respecto a nuestros prejuicios y a partir de ahí hacer algo desde el lugar que nos toque. Como arquitectos, sensibilizarnos más sobre el tema y, más allá de cumplir con la reglamentación, promover la arquitectura inclusiva por una cuestión de humanidad”, concluye Alicia.



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