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Memoria Branka: un legado incombustible

Marcelo Martinessi, director y escritor de la obra Memoria Branka (y el fuego), comparte lo que implicó trabajar en esta propuesta teatral enfocada en la vida de la antropóloga eslovena Branislava ‘Branka’ Sušnik, cuya labor constituye uno de los aportes más importantes a la historiografía paraguaya.

Texto: Martín Alvarez

Fotografías: Gentileza Marcelo Martinessi.


En una noche asuncena de otoño, espero en fila para ingresar a la sala de lectura del Museo Etnográfico Andrés Barbero, que se encuentra en su ubicación actual (España 217) desde 1956, cuando la misma Sušnik dirigía las actividades del museo. Antes de pasar a la sala –donde se desarrolla principalmente la obra— nos invitan a asomarnos a una habitación donde vemos a Ana Brun, ya interpretando a una de las versiones de Sušnik que presenta la obra, trabajando en alguna de las tantas investigaciones de la antropóloga. Desde ese momento entramos al mundo de Branka, un mundo que se desarrolló en gran parte entre las paredes de ese mismo edificio, escenario ideal para la obra.

Con Memoria Branka (y el fuego) Marcelo Martinessi debuta en el mundo del teatro, luego del éxito internacional de Las Herederas, pero, como bien indica Brun durante la obra, “esto no es una película”. El director comenta que, en realidad, le pidieron desde la Unión Europea trabajar en un documental sobre la antropóloga, pero al empezar a investigar sobre su vida y su trabajo se dio cuenta que había demasiado por abarcar. Si bien no se concretó el proyecto del documental bajo su dirección, continuó investigando: “No sabía mucho todavía para qué, pero sabía que no quería hacer una película, que prefería hacer otra cosa, porque una película implica una estructura gigante, muchas cosas complicadas. Apenas me metí a la vida de ella me llamó la atención en primer lugar su impresionante producción intelectual; en segundo lugar, tal vez su mirada única sobre Paraguay, su pensamiento, y en tercer lugar, su soledad. Esas tres cosas la convertían en un ser dramático, en un ser para el arte”.




Martinessi decide entonces escribir una obra de teatro. En un primer momento, tenía la idea de hacer una obra unipersonal con Ana Brun, pero a medida que iba descubriendo más sobre la vida de Branka, leyendo sus libros, sus escritos, sus cartas, y conversando con gente que la conoció, se dio cuenta de que había dos momentos en su vida muy marcados: un antes y un después de su venida a América. Además, a la eslovena no le gustaba recordar su pasado europeo, marcado por la persecución a su familia en la época de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, inspirado en el libro A Christmas Carol de Charles Dickens y en una obra de teatro sobre Alexander McQueen que tuvo la oportunidad de ver en Londres, Inglaterra, decide escribir dos Brankas en momentos diferentes de su vida como personajes de la obra. “Tenía que venir una Branka joven y enfrentarle, interpelarle, molestarle para que ella recuerde”, explica el director.

Para interpretar a la versión más joven, Natalia Cálcena se sumó al elenco. La química entre ambas actrices permite a los espectadores experimentar esta dualidad en la vida de la antropóloga de una manera cautivante, desarrollada nada más y nada menos que en la intimidad de la sala de lectura del museo donde ella misma trabajó gran parte de su vida, con música en vivo para acentuar las emociones de por sí presentes en la atmósfera del lugar.



El Museo Andrés Barbero se convierte casi como en un tercer protagonista de la obra. La idea de hacerla allí les surge a Martinessi y al productor Diego Segovia al asistir al lanzamiento de un Suplemento Antropológico en Homenaje a Branislava Sušnik –que tuvo lugar en el museo— y tras no conseguir un espacio teatral tradicional disponible en las fechas en las que querían presentar la obra. “Sušnik vivió ahí 45 años entonces el museo tenía ya una atmósfera muy fuerte, cercana a la vida, al pensamiento de ella, en ese lugar había como algo guardado que era muy importante conservar. Entonces eso cambiaba un poco el espíritu de la obra. Tenía que meterse mucho más a la voz y a la piel de Sušnik. Esa decisión me llevó a ser mucho más riguroso con que todo lo que esté en la obra esté documentado, había mucha más responsabilidad narrativa, de que la obra se aferre mucho a los documentos que dejó y que existían y a algunos testimonios.”

La escena final de la obra invita al público a moverse, realzando aún más la participación de la arquitectura del museo en la obra. El desplazarse por las habitaciones, los pasillos y los exteriores del edificio permite habitar los espacios donde vivió Branislava Sušnik, imaginando sus movimientos cotidianos. En esta escena, el fuego hace su aparición para devorar escritos de la antropóloga, arrojados a él por ella misma, emulando acontecimientos de las últimas semanas de su vida. “Ella en sus últimos fines de semana estuvo quemando cosas en el patio, y eso es algo que también conecta a Sušnik con un montón de intelectuales que a lo largo de su vida escribieron letras que podían considerarse malditas o no bien interpretadas, y quemaron todo antes de morirse.” señala Martinessi.


Y es que la tarea historiográfica de Branka desafió a la historia ‘oficial’ del Paraguay, una conveniente para los gobiernos de turno que fue reducida a relatos simples, sin mucha profundidad, destinados a “instalar un pensamiento único”, en palabras del director. “Ella desafía eso, a su manera, con muchísima valentía, con muchísimo coraje, con muchísima investigación. Es un ejemplo de cómo entrar a esos pensamientos autoritarios y encontrarles su punto de quiebre. Siento que muchas veces la respuesta a muchos pensamientos autoritarios en este país ha estado también teñida de alguna manera de formas autoritarias. Lo que Sušnik hace con su trabajo es presentarnos otra propuesta, otro modelo. Y es muy fuerte que una persona [que no es] de Paraguay, presente una visión distinta de la historia de tu propio país, y te diga que Paraguay es mucho más rico de lo que te enseñan.”

El invaluable legado de Branislava Sušnik, sin embargo, resulta todavía desconocido para la mayoría de los paraguayos. Memoria Branka se constituye en una oportunidad dirigida, escrita, actuada y ambientada impecablemente, para conocer sobre su vida y sobre su labor investigativa, centrada en la vida de comunidades indígenas ubicadas a lo largo de todo el territorio paraguayo. En palabras de Marcelo Martinessi “nadie sale [de la misma manera] después de haber leído, interpretado y entendido a Sušnik, hay una transformación en su trabajo, y es muy importante que nos permitamos al menos acercarnos a ese trabajo para ver qué nos pasa.” En definitiva, ni siquiera el fuego puede borrar el legado de Branka, un legado inigualable para el Paraguay.

Más información sobre Memoria Branka (y el fuego) en https://www.instagram.com/memoriabranka/





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