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ME: La voz de la arquitectura con valor patrimonial

A través del proyecto de arte ME, los arquitectos Natalia Ántola Guggiari y Christian Ceuppens ponen en marcha un diálogo entre la arquitectura de valor patrimonial y sus (potenciales) usuarios, buscando despertar conciencia sobre la importancia de su conservación. La más reciente intervención tuvo lugar en la vivienda que habitara Serafina Dávalos en el centro de Asunción, en donde fusionaron la magia de sus espacios con la estética que caracteriza a su propuesta artística. 

Por Martín Álvarez.

Fotos: Gentileza de los entrevistados.


Los arquitectos Natalia Ántola y Cristian Ceuppens son los creadores de ME. Foto por Ceci Rojas.


“ME tiene que ver con la palabra, con el yo, con el ser uno. Cuando decimos ‘restaurame’, ‘cuidame’, ‘protegeme’, ‘habitame’, es [el mismo edificio] el que está hablando y requiriendo, le estamos dando voz [a los edificios].” comenta Natalia Ántola al preguntarle sobre el significado del nombre del proyecto.

Esta voz que dan con Christian Ceuppens a las obras de arquitectura con valor patrimonial se presenta a través de dos mecanismos en las varias intervenciones propuestas hasta ahora: por un lado, a través de pasacalles donde se leen las palabras terminadas en ‘me’ colocadas sobre y alrededor de los edificios, y por otro a través de expresiones orales en experiencias que requieren la participación activa de la gente, quienes escuchan estas palabras mientras recorren los espacios arquitectónicos.

Ambas expresiones tienen en común una línea visual ya característica de ME: el color flúor. En las primeras propuestas utilizaron el color amarillo –con la intención de recordar a las cintas que demarcan escenas de investigación policial y que demandan atención— migrando luego por razones de logística al verde que hoy simboliza al proyecto y que ya lo hace reconocible. Este flúor aparece, por ejemplo, como fondo en los pasacalles, y como telón de separación entre los espectadores y quienes se convierten en la voz de los edificios en las experiencias presenciales, proclamando sus reclamos ante el abandono.

Al preguntarles sobre el origen del proyecto, los arquitectos rememoran sus intenciones de una primera intervención en el edificio del que fuera el Hotel Hispania. Sin embargo, al encontrarse con varios obstáculos para acceder a él en aquel momento, decidieron instalar pasacalles en varios puntos de la calle Oliva, en el centro, sobre la cual existen diversos edificios con valor patrimonial.


En palabras de Christian Ceuppens, esta primera experiencia “fue una cuestión de reacción, ante la imposibilidad de hacer algo.” Los pasacalles fueron instalados un domingo por la noche, recibiendo a los habituales usuarios del centro el lunes por la mañana y generando toda una serie de especulaciones sobre su autoría, incluso se pensó que ocultaban su identidad “como unos Banksy”, comenta el arquitecto.

Las reacciones que se dieron a partir de esta propuesta inicial llevaron a la formalización del proyecto, creándose un espacio en Facebook ya con el nombre ME intervenciones arte, con sus autores plenamente identificados y con una línea visual ya establecida.


Intervención en la estación de ferrocarril de Pirayú, año 2012.


En la intervención realizada en Ñacunday, la cinta de ME con la frase “no me duele” recorría los asentamientos campesinos provisorios, ingresando incluso a los interiores de las carpas.


A esta le siguieron experiencias en la estación de ferrocarril de Pirayú (hoy restaurada), en la zona de Ñacunday como comentario sobre la lucha campesina por la tierra, y en el abandonado Hospital de Clínicas. Esta última propuesta requería un recorrido por los pabellones del hospital que quedaron desiertos luego de su traslado a San Lorenzo, hecho que ocasionó un impacto no solo a nivel arquitectónico sino a nivel urbanístico, ya que además de las manzanas del hospital que fueron abandonadas, varios emprendimientos económicos ubicados en la zona que brindaban funciones de apoyo al hospital se vieron afectados: kioscos, copetines, hospedajes, farmacias, etcétera. 

Con la premisa de “no me duele” impresa sobre el fondo de color flúor en cintas presentes durante el recorrido, los arquitectos relacionaban la idea del dolor que hace recurrir a un hospital con una indiferencia a lo que estaba pasando con la arquitectura. Era decir “cierro mis ojos a esta realidad espantosa que estoy viendo” y a la vez “no me duele, que sigan golpeando, que sigan reventando”, como una forma de resistencia para seguir existiendo, explica Natalia. 


Intervención en el ex Hospital de Clínicas.


Iluminar la ausencia

La más reciente intervención tuvo lugar el pasado agosto de este año en la que fuera la casa de Serafina Dávalos, primera abogada y figura emblemática de la lucha por los derechos de las mujeres en nuestro país. Natalia tenía en la mira a la casa desde hace tiempo, abogando por su restauración desde épocas donde trabajaba en la Secretaría Nacional de Cultura (SNC). Por su parte, Christian colaboró previamente con el anteproyecto de restauración de la casa, a pedido del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), institución que hoy administra el inmueble, por lo que también estaba familiarizado con sus espacios. 

Además del simbolismo asociado a la trayectoria de Serafina, la casona ofrece de por sí una espacialidad particular, y si bien existe un protocolo y el mencionado anteproyecto para la restauración de la casa, la falta de fondos para su ejecución hace que el estado de abandono en el que se encuentra se vaya acentuando con el paso del tiempo. Los arquitectos esperan que su intervención artística capte la atención de la ciudadanía para iniciar conversaciones y ejercer presiones que aceleren los esfuerzos de restauración de la casa. 


Foto por Juanca Meza.


En cuanto a la intervención en sí, la misma se da a dos escalas, según explican los autores. Por un lado, se da a una escala urbana, ya que se planteó la “reconstrucción” de dos torreones que se perdieron con el paso del tiempo, con telas del verde flúor característico de ME, que se prendían como luminarias “encendiendo la ausencia”, según comenta Christian, y que eran visibles desde el exterior. 

Por otro lado, plantearon un recorrido en tres etapas por los interiores de la casona de Serafina Dávalos. En un primer espacio, luego de ser presentados con una introducción sobre el proyecto artístico y sobre la vida de la abogada, los visitantes apreciaban una máquina de escribir en un escritorio, único elemento iluminado en la sala, en lo que se piensa que fue el espacio de trabajo de Serafina.


Foto por Ceci Rojas. 

A continuación, pasaban a un espacio octogonal coronado por uno de los torreones encendidos y desde el cual bajaban unas sogas del mismo color verde demarcando un espacio en el interior. Dentro de este espacio, mujeres destacadas en diversos ámbitos de la sociedad leían fragmentos de la tesis de Serafina Dávalos.


Foto por Ceci Rojas.


Milda Rivarola colaboró con la lectura de un fragmento de la tesis de Serafina Dávalos. Foto por Ceci Rojas.


Finalmente, el recorrido llevaba al patio de la casa en el que se enfrentan dos galerías, y en donde utilizaron el mismo recurso del hospital de Clínicas: telas verde flúor tapando las aberturas de los pasillos, detrás de las cuales había personajes que intentaban salir expresando los reclamos del edificio con palabras terminadas en “me”.

Foto por Juanca Meza.


Foto por Ceci Rojas.


Conocer para cuidar

Desde la primera intervención hasta la más reciente pasaron unos diez años. Para los autores de ME, es preocupante lo poco que cambió la situación de los edificios patrimoniales en el transcurso de este tiempo. “Hay todavía mucho que trabajar con respecto al tema. Es sumamente necesario hablar sobre esto [para que] las personas puedan ir conociendo más sobre su historia, su pasado, su ciudad, su cultura en general, por un lado. Y por otro lado [para que] las personas que tienen posibilidades de hacer algo, sientan que la gente tiene interés en que se recuperen estos valores patrimoniales”, expresa Christian.  

En tiempos en los que estamos experimentado un abandono acelerado del centro histórico de Asunción, generado principalmente por desaciertos de las instituciones encargadas de la administración de la ciudad, la tarea emprendida voluntariamente por Natalia y Christian se vuelve fundamental. 

Escuchar a los edificios que nos piden a gritos: ‘valorame’, ‘protegeme’, ‘cuidame’, ‘respetame’, ‘recordame’, ‘defendeme’, ‘amame’, ‘usame’ a través de las voces que les otorgan los creadores de ME, nos puede permitir conocernos incluso a nosotros mismos, ya que la arquitectura es fiel testimonio de nuestra cultura y de nuestras costumbres. Y es cierto que solamente podemos cuidar y proteger aquello que conocemos. 

En definitiva, la conservación y restauración de nuestros edificios –y con ellos de nuestra memoria— puede empezar con actos tan simples como el de detenernos a escuchar. 


Foto por Ceci Rojas.


Foto por Ceci Rojas.


Foto por Ceci Rojas.


Foto por Juanca Meza.


Foto por Juanca Meza.

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