El espacio de diseño y arquitectura de Amanecer Pinturas

Casas Jardines: Construir sin destruir

Las arquitectas Florencia Fernández, Marlene Ortiz y Fernanda Garicoche explican los detalles que moldean a este conjunto de viviendas de dos plantas ubicado en Fernando de la Mora y cómo, desde un primer momento, los árboles del terreno fueron una oportunidad para el diseño. 

Texto por Micaela Cattáneo

Fotos por Renato Duria

Cuando Florencia, Marlene y Fernanda recibieron el encargo de esta obra, el cliente les hizo un sólo pedido: que sean ocho las viviendas proyectadas sobre este terreno. En los 50x23 m de su superficie, las arquitectas encontraron árboles adultos que arrojaban sombras muy preciadas para el sitio y que fueron determinantes para el planteamiento arquitectónico. Actualmente, están construidas dos de ese total de viviendas que se proyecta a futuro.

Desde un principio, estuvieron alineadas con la idea de mantenerlos en el diseño, desafiando de esta forma a lo que la mayoría acostumbra hacer: echarlos para construir. Si bien esta decisión es, en parte, resultado de los conceptos ensayados en los espacios que han habitado como arquitectas, y en muchos de los cuales han coincidido -como el Colectivo Aqua Alta o la obra Memorial de Ycuá Bolaños-, también es un gesto de empatía con los vecinos.

“No sólo los árboles y sus sombras fueron importantes, también el hecho de que los residentes del barrio querían que los árboles se quedaran y evitar que el paisaje cambie de forma tan abrupta”, aseguran.

Aunque la idea de conservarlos era un hecho, en el proceso tuvieron el acompañamiento de una ingeniera ambiental que las orientó sobre el impacto de cada uno de los árboles existentes. “Recorrimos uno a uno, y descubrimos que algunos no debían permanecer porque estaban enfermos o eran irrecuperables”, señalan. 

El diseño, luego de este análisis, empezó a tomar forma a partir de la ubicación de los mismos, encontrando en la proyección de las ocho viviendas unifamiliares un común denominador: los patios internos o jardines intermedios.  “Fue un desafío hacerlos encajar porque no estaban alineados, y la tipología se tenía que repetir en toda la serie”, comentan.

“No en todos los patios hay árboles, sin embargo, la idea de tenerlos responde también a una forma de vivir que queremos transmitir; a esa idea de volver a las galerías o espacios intermedios de las culata jovái, que son las casas del interior del país, donde uno puede sentarse a tomar tereré y refrescarse. Es una reminiscencia a la sombra del árbol”, agregan. 

Con esta configuración, y la de los patios alternativos sin cerramientos, se completa la integración de las viviendas con su exterior. Asimismo, los espacios se expanden; la luz natural y la ventilación fluyen por ambas plantas, y cada ambiente se muestra permeable a los diferentes usos cotidianos. 

“La sala se maximiza a la par de integrarse con la cocina y el comedor. La continuidad con el patio posterior proporciona comodidades y optimiza la función de los elementos que vienen en torno al asado. Se duplica el espacio culinario, se unifica el comedor y el patio armando una gran sala, un gran comedor. Mientras que arriba, los espacios más introvertidos continúan enlazados con el árbol, disfrutando de las vistas, la luz natural y las brisas”, describen en la memoria de la obra.

En planta alta, los tres dormitorios disponibles reciben la luz del sol tamizada a través de un filtro hecho de ladrillo visto, que, a su vez, cuida la intimidad de cada habitación y mantiene el clima en equilibrio. Además, la estructura de hormigón que organiza todo el interior se desenvuelve orgánicamente al no tener pilares que obstruyan el recorrido, logrando optimizar así los 6.60 metros de ancho que definen a los lotes.

“Elegimos materiales locales y accesibles. Al estar planteados en bruto, sin maquillajes, hacen que el mantenimiento a la larga sea menor. Creemos que la luz natural es un material más, porque enriquece el interior, potencia todas las texturas que se tejen por dentro. Buscamos no agregar más de lo necesario y generar el menor impacto posible. Es también una respuesta al ideal ambiental que tenemos”, revelan.

Arquitectura para la ciudad

El terreno en forma de trapecio –en relación con la propuesta del conjunto de viviendas— fue condicionante en el diseño, ya que les hizo plantearse sobre qué podían brindar a la ciudad desde la fachada, con la aparición de ocho obras de una misma tipología.

“Nosotras contemplamos a la arquitectura como la construcción de la ciudad, el elemento arquitectónico como parte del entorno. Entonces, no podemos armar sin pensar qué hay afuera y cómo ese elemento se relaciona, se considera y construye la ciudad. Sabíamos que la vereda era un poco ajustada, y que teníamos que pensar cómo se siente la escala humana al caminar por ahí”, explican.  

“La decisión de unificar la fachada y seguir la inclinación de la calle responde a la intención de construir una unidad, cada casa como parte de un todo. Casas Jardines se presenta como un gesto urbano que busca integrarse con el entorno y contribuir a la calidad del espacio público. Entendiendo un entorno donde las dimensiones de las veredas no son generosas y el caminar puede ser un poco incómodo, se aumenta el retiro, cediendo un espacio a la ciudad. Esta decisión busca mejorar la permeabilidad peatonal y crear un ambiente más amigable para los residentes y transeúntes”, detallan en la memoria.

Esta obra pensada de forma colectiva, tanto en la autoría como en su esqueleto general, no sólo es un ejemplo de sabiduría ancestral, sino también de experiencia sensorial, ya que todas sus cualidades despiertan los sentidos y recrean formas de vida más sencillas. “No hay una receta universal de lo que es una buena arquitectura, porque cada proyecto debe ser analizado según su contexto; una respuesta local”, reflexionan.

Asimismo, el hecho de que tres mujeres arquitectas jóvenes se unan para materializar sus ideales sobre habitar los espacios en una geografía como la nuestra es un punto a destacar, especialmente porque queda en evidencia la importancia de hacer propuestas con más conciencia. “Creemos que nuestro rol es proponer ideas que construyan. Y como arquitectas del medio, arriesgarnos a hacerlas”, concluyen.


Texto por Micaela Cattáneo

Fotos por Renato Duria

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